domingo, 1 de agosto de 2010

Los Entretelones de la Inestabilidad Política


La guerra no llega, la hacemos; la miseria no es un accidente histórico, es obra nuestra porque queremos un mundo con las ventajas antisociales que trae consigo la justificación ideológica de la competencia en la justificación de la acumulación de riqueza, mediante la generación de servidumbre bajo el pretexto de la eficacia productiva; estamos aplastados por el exceso de población porque queremos vivir sin hacernos cargo de que todos los seres humanos tenemos derecho al mismo bienestar biológico y, por lo tanto, social. En fin, afirmamos que el individuo humano se realiza en la defensa competitiva de sus intereses porque queremos vivir sin hacernos cargo del hecho que toda individualidad es social, y que sólo se realiza cuando incluye cooperativamente en sus intereses los de los otros seres humanos que la sustentan.

La barbarie es parte inherente a la condición humana, está presente en esa extraña característica que poseemos de creer que tenemos la razón, de que somos infalibles y que nuestra verdad es la absoluta; y, por lo tanto, debe ser la verdad de todos.
Es nuestra condición no aceptar la voz de otros; pues, desde la particular inhabilidad nos creemos con el poder de juzgar y condenar a otros. Sin ver nuestras fallas, sin apreciar que las llagas de otros adornan nuestros pies, levantamos el dedo que acusa y condena. Juicio que invariablemente conlleva al castigo; el cual suele ser tan horrendo como los errores que señalamos.
Parafraseando a Vargas Vila, la virtud está en todas las bocas y en ningún corazón; carentes de humildad, levantamos el dedo acusador y condenamos religiones, sistemas políticos, económicos, culturales y sociales; incapaces de ver el polvo que somos, poseemos la capacidad de justificar nuestras aberraciones. Así, el comunista se convierte en el mayor de los tiranos, el neoliberalismo es la barbarie galopante, el cristiano es la ramera que complace entre el pecado; y, el musulmán el extraño a temer.
Sumidos en medios de las múltiples preguntas en las cual nos deja el existir, el razonamiento nos engaña. Confiamos ciegamente en la razón, en la explicación coherente del existir. Mas, la razón está tomada de la mano con el sin sentido y pronto caemos en los horrores de la equivocación. De esta forma la unión con Dios ha parido a la inquisición, el poder del pueblo para el pueblo ha creado monstruos que construyen campos de reclusión y desatan el demonio de la guerra, la libertad a degenerado en libertinaje, la madre mata a su hijo antes de nacer, la paz se ha transfigurado en muerte.
Y en este mundo de inequívocos acusamos a Hitler, condenamos a Stalin, Hussein u Osama; y, junto al dedo acusador se levantan barbaridades más atroces que esos han cometido. El criminal no es un hombre, los criminales somos todos; o, me equivoco al evocar las matanzas en la Franja de Gaza, los niños muriendo de hambre en la Cuba Castrocomunista, los carentes de todo en la Bolivariana Venezuela, el dolor de los secuestrados por la FARC; por donde mires, el orgullo y la locura de los que tienen la verdad.
¿Esperanzas? Ninguna, ¿Cómo dejar de ser lo que somos?.. ¿Acaso la barbarie de Lucio Cornelio Sila no precedieron a Calígula y Nerón? ¿la megalomanía enferma de Robespierre no se fraguó en el cáliz de la fraternidad, igualdad y libertad? ¿Acaso las colonias no son las rameras del imperio? ¿Acaso las dictaduras latinoamericanas no se justifican en el bien común y labran la pena de la corrupción y el asesinato? ¿Acaso un asesinato no precede a dos, un robo a mil saqueos, una mentira a la corte de políticos venezolanos?
Mientras sigamos siendo hijos de Dios, el centro del Universo, herederos de la tierra y dueños de la verdad, el hombre seguirá siendo el ángel sobre la tierra; y, los hombres se diferenciarán los unos a los otros dependiendo de las acusaciones que se hagan entre sí. En medio de los señalamientos los mejores usarán la fuerza en contra de los equivocados, e inevitablemente la bestialidad seguirá, Barbarie cada persona, Crueldad en los pueblos; Bestia: yo.

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